El hombrecito vestido de Gris Fernando Alonso
Comentario de Ricardo Fernández
Érase una vez un hombre tan gris, cuya vestimenta era gris, cuyo carácter era del mismo color, y cuya mirada transmitía similar tristeza, que el autor de este cuentecito decide ofrecernos un final abierto como feliz, porque la sociedad en el momento en que se ha inscrito dicha obra no permite un final trágico y triste, ya que es fácilmente esperable que así sea su final teniendo en cuenta el contexto socio-histórico.
La relevancia de esta obra no está en la sencillez, en el contenido acotado de sus páginas, ni tan siquiera en su carácter realista tan cercano al autor. No parece que su autor tuviera un interés intrínsecamente literario, ni su obra estuviera delimitada a un lector juvenil, a pesar de que entre sus páginas se respire un halo de esperanza, alivio y felicidad, con un lenguaje aparentemente tan sencillo como insignificante. En apariencia, recalco, puesto que el empleo enfático del aspecto cromático esconde diversas intenciones sumergidas que al ser descubiertas serían la causa directa de la negación y censura de la obra.
¿Acaso no es para el autor del cuento la libertad de expresión y el cumplimiento de los sueños de sus personajes? Interesante puede resultar cómo se emplea la propia auto-censura en el hombrecito, que la propia evolución cromática se encarga de desvelarnos, así como la alternativa a un final más feliz y abierto. La vida empieza siendo gris, y termina por ser roja, verde, amarilla, en definitiva mucho más esperanzadora. El hombre debe saber elegir, saber lo que quiere y poder realizarlo sin traba alguna, y es ahí donde radica uno de los mensajes del escritor, si no el más importante. Porque el ser cantante de ópera no es otra cosa que para el autor la libertad creadora.
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